Hogar Diamante: Devolviendo A Los Niños El Derecho a Soñar

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Pequeñas caritas me ven con grandes miradas, preguntándose quién es la extraña que viene cargando tantas cosas. Sin embargo, la pena se pierde rápidamente y termino acompañada de tres guías que me enseñan todas las funciones del Hogar Diamante.

Kevin de 14 años quiere ser panadero. José David de 11 años, todavía no define su futura carrera, pero le gustan las ciencias naturales porque dice que es un poco más que las demás materias.

El Hogar Diamante, situado en Amarateca, Honduras a unos 30 minutos de la capital Tegucigalpa, se fundó hace treinta años. Don José Hidalgo, director general, me cuenta que el proyecto se inició a raíz de lo que se empezaba a conocer como los niños en situaciones de riesgo. Ellos vienen de familias desintegradas donde hay bastante violencia doméstica. Estos niños se van a la calle donde se hacen adictos a sustancias como el Resistol y la gasolina. Hoy en día también tienen acceso a la marihuana y el crack.

“La idea es que ellos se sientan en un ambiente saludable, que estén siempre ocupados en cosas positivas, educativas y que aquí desarrollen sus capacidades y superen sus problemas,” dice don José.

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Los niños ingresa al hogar entre las edades de 7 a 13 años. La rehabilitación educativa integral en coordinación y apoyo con la familia son el corazón del programa. Se les brinda alimentación, hospedaje, atención médica, se atiende la parte social, sicológica, espiritual y técnica. Cursan de unos cuatro a seis años en la escuela y a los quince años pasan al Instituto Nacional de Formación Personal.

Don José enfatiza lo que se conoce como el proyecto de vida y asegura que la combinación de todos los elementos que se ofrecen en el hogar, desde la parte educativa hasta la parte espiritual, ayudan al niño a definir su proyecto de vida y hacerlo realidad.

Mis tres guías; Kelvin, Carlos y Kevin, me llevan a dar un recorrido por todo el paisaje. Comenzámos con los talleres. Me recibe el aroma a pan fresco que perdura en la amplia cocina. Cecilia Mejía, la instructora de panadería, me regala una sonrisa y me enseña lo bien equipados que están para las horneadas de todos los días. ¡Que lindo es mi país y la gente apasionada que lo habita!

Un ruido familiar me guía hasta el taller de carpintería. La pesadez de las máquinas me recuerda al oficio de mi papá y el olor a madera me hace sentir en casa. Pedro Cruz, el instructor del taller, me dice que a los pequeños se les enseña a lijar y preparar la madera. A los grandes ya se les permite usar las máquinas y llegar a conocer las herramientas.

Subimos una pequeña colina para llegar al sector agropecuario. Antes, Kevin me explica un poco sobre los diferentes árboles que tienen en el hogar. Me acerco al palo de aguacates y veo los pequeños frutos comenzando a crecer. El sol de medio día se acerca y el calor abrumador amenaza con desanimarnos, pero subimos la colina y llegamos donde los animales.  Vaquitas, gallinas ponedoras, cabros y tilapia arman la fauna del lugar.

Encima de la colina, me detengo a admirar la escuela, tan grande como la esperanza que yace en ella. Sin embargo, la realidad del país presenta un gran obstáculo.

Con la problemática de las maras y la delincuencia, algunos niños no quieren volver a sus casas todavía, me explica don José. Tienen mucho temor que los obliguen a entrar en las maras y a vender drogas y entonces perder todo lo que han hecho.

Candice Lloyd, presidenta de la junta directiva, me cuenta de la tentación que presenta el crimen organizado para estos niños. El incentivo es muy grande cuando a un niño le ofrecen desde Lps. 5,000 a Lps. 7,000 al mes por hacer ciertos trabajos cuando su familia apenas recibe Lps. 200 cada dos semanas.

“La fortaleza que toma decir que no y escoger otra vida, hay que podérsela fomentar,” agrega Candice.

Don José me explica sobre el proceso de restablecer una relación sana con la familia. Cuando el niño ingresa, la familia viene al hogar y se les dan charlas orientativas para poder sanar las heridas y entender porque el niño se fue a la calle. Cuando se logra que la familia se integre y apoye al niño, el niño quiere empezar a visitar su casa.

“El niño que le daba problemas, le da soluciones. El niño que era motivo de conflicto ahora es motivo de unidad y de encuentro,” dice Don José.

Para poder mantener este éxito, se necesita dinero y para el hogar, es un estrés el hecho que hay que estar buscando recursos constantemente. Candice me pone los números en perspectiva. Anualmente, el hogar tiene un presupuesto de $150 mil, aproximadamente unos Lps. 3.2 millones. Con ese dinero, se atiende un promedio de 55 niños. Se tiene que mantener el Programa de Seguimiento Externo cuando el niño ya esta en edad de dar el siguiente paso fuera del hogar, que atiende cerca de 20 jóvenes, sumando un total de 70 estudiantes. También se trabaja con las familias por lo que el alcance indirecto es a unas 400 personas. Vienen doctores cada dos semanas, se mantienen las escuelas, los talleres, y se compra ropa y comida.

“Todos los años estoy viendo de donde vamos a subsistir un año mas, especialmente sabiendo que el programa es un éxito,” dice Candice, “Somos un proyecto que le solucionamos un problema al gobierno. Estamos sacando potenciales criminales de la calle exitosamente.”

Don José comenta que comienzan el año con un 20 a 30 porciento de ese presupuesto y el 70 porciento restante tienen que ver como recolectarlo. Él reconoce que el Hogar Diamante es solamente una ONG entre las muchas que hay para cubrir las diversas necesidades del país y el gobierno ayuda muy poco.

El hogar cuenta con donaciones privadas y de empresas y mucho voluntariado del extranjero. El gobierno Canadiense tiene un programa donde gestionan voluntariado en los países donde Canadá aporta. Delegaciones de jóvenes de entre 18 a 25 años vienen por tres o cuatro meses al año. Establecen programas de teatro, ayudan con la planeación del hogar e incluso cubren los gastos de su estadía.

Sin embargo, el equipo ha puesto esta lucha los últimos treinta años y han sido vencedores. Darles a estos niños el derecho a soñar y ayudarlos con su proyecto de vida es la motivación más grande. El proyecto de vida, me cuenta don José, consiste en definir que se quiere hacer, cuáles son las metas de un niño y cuál es su sueño.

Juana María García, directora de la Escuela El Diamante, dice que para ella lo más bello es ver a estos niños transformarse. Vienen de ambientes negativos y peligrosos donde son adictos a sustancias dañinas y se convierten en jóvenes de bien.

“Los formamos con valores morales y espirituales para que salgan de aquí con la capacidad de ir a incorporarse a sus familias y ser útiles en nuestro país,” aseguró Juana María.

Don José concluye mi visita con una nota inspiradora. El asegura que hay que creer en los jóvenes. La situación actual del país refleja que no nos hemos enfocado bien en la solución y recomienda que todos debemos tener un poco mas de solidaridad, sentido común y menos egoísmo.

Mis tres guías regresan a sus aulas y se sientan a trabajar. Inspirada a reflexionar sobre mis propios sueños, me marcho contenta y llena de energías. El presente puede estar pintado de violencia y portadas sangrientas en los periódicos, pero mi visión del futuro tiene tanta fe y esperanza como la que me encontré en el Hogar Diamante. Hay que devolverle a nuestros niños el derecho a soñar para que no tengan que despertar cada día a un incierto amanecer.

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